El embrague es un sistema que permite tanto transmitir como interrumpir la transmisión de una energía mecánica a su acción final de manera voluntaria. En un vehículo permite al conductor controlar la transmisión de par motor desde el motor hacia las ruedas.
El embrague se compone de un conjunto de piezas situadas entre el motor y los dispositivos de transmisión, y asegura un número de funciones como son la posición acoplado o comúnmente llamado “desembragado”, que transmite el par motor suministrado por el motor. En nuestro vehículo mientras el embrague gira, el motor está vinculado a la transmisión. En posición desacoplado o “embragado” se interrumpe la transmisión. En un vehículo, las ruedas giran libres o están detenidas, y el motor puede continuar girando sin transmitir este par de giro a las ruedas. En las posiciones intermedias restablece progresivamente la transmisión de par, mediante rozamiento o fricción.
Menos técnico
Para entenderlo de una forma menos técnica, el embrague es un separador compuesto de dos platos, uno de ellos llamado “volante inercia o motor” que está conectado a la salida del motor y otro, llamado “prensa”, que trabaja como elemento móvil. Este separador es el encargado de transmitir el movimiento desde el motor hacia la caja de cambios y de ahí al resto de la transmisión hasta llegar a las ruedas. Al mantener el pedal pisado se desconecta esta conexión, en cambio sí levantamos el pie del embrague, conectaremos los dos platos transmitiendo así movimiento del motor a la caja de cambios. Mientras va girando el volante motor y la prensa, estos se van juntando y separando, entre ellos se encuentra un disco de fricción que tiene como función de impedir que los dos platos patinen y se agarren con el fin de transmitir movimiento del motor a la caja de cambios sin pérdidas.
Este disco se fabrica en un material que resistente al desgaste y a las altas temperaturas, tiene una vida útil que dependerá en gran medida del uso que le demos. Este disco de fricción está preparado para friccionar pero el hecho de forzar su uso de manera intencionada acortará su vida útil.
Es muy frecuente ver como cuando estamos detenidos en un semáforo tendemos a dejar el pie sobre el pedal del embrague sin apenas pisarlo, pues bien, tener el embrague medio pisado ejerce la suficiente fuerza en el pedal del embrague provocando una mínima fricción que conlleva un desgaste innecesario. Por otra parte, mientras pisamos a fondo el embrague tensamos el muelle que permite que la prensa se una al volante motor cuando levantamos el pie, lo cual supone un castigo innecesario que sin duda reduce la vida útil de esta componente y del resto que directa o indirectamente depende de él.
Por tanto, debemos tener muy en cuenta que la posición natural del embrague no es la de estar completamente pisado, es fácil deducir entonces que si lo mantenemos largo tiempo presionado estaremos sometiéndolo a un desgaste innecesario, lo cual podría acelerar una visita al taller. La sugerencia, para los que tienen el vicio de pisar en todo momento el embrague, aún en las detenciones, por ejemplo de un semáforo, es la de comenzar a evitarlo, no solo el de tenerlo completamente presionado en un semáforo o en paradas prolongadas sino también el vicio de dejar descansar el pie con el embrague medio pisado.
Mano en la palanca de cambios
Conducir con la mano en la palanca de cambios es una de las manías más habituales entre los conductores de un vehículo con transmisión manual. Nuestra mano ejerce presión sobre los mecanismos internos de la caja de cambios, desgastándolos más rápido y provocando holguras en los rodamientos o los sincronizadores.
Con esto no se provoca una avería inmediata, pero a largo plazo este mal hábito se traduce en vibraciones y contribuye a que las relaciones de cambio tengan un engranaje más impreciso, provocando incluso que algunas marchas no entren de manera correcta o se salgan de su posición.
La reparación obliga a desmontar toda la caja de cambios para sustituir los rodamientos y engranajes, una operación que resulta realmente costosa.
Tener el brazo derecho sobre un reposabrazos no mitiga la presión ejercida sobre la palanca, ya que más temprano que tarde, se comenzará a notar las imperfecciones. La sugerencia es habituaros a conducir con las dos manos sobre el volante y sólo llevar la mano a la palanca cuando se vaya a cambiar la marcha.
Sin embrague en las pendientes
Otra mala costumbres que desgasta los componentes. Es necesario recordar el funcionamiento del embrague, que explicábamos anteriormente y el tema de los discos de fricción entre el motor y la caja de cambios.
Cuando se pisa el pedal del embrague, se une la prensa y el volante de inercia del motor, los cuales están girando solidariamente alrededor de un eje.
El motor gira a una velocidad determinada y, mediante la caja de cambios, transformamos sus revoluciones en revoluciones a las ruedas. Por ejemplo, en las relaciones más cortas, se circula a poca velocidad y el motor y las ruedas giran a velocidades más parecidas.
En estos casos, si el vehículo no tiene asistente en pendiente, lo mejor que hacer es o bien cambiar rápidamente entre el pedal del freno y el del acelerador, o bien apoyarnos en el freno de mano para salir de la pendiente, no abusar del medio embrague, que también lo desgasta.
Uso de la marcha más larga
La clásica norma de circular en la marcha más larga posible es lo mejor para el embrague y para el consumo, siempre que se respeten las velocidades máximas.
Igualmente, es preciso recordar que tampoco se debe exagerar y nunca se debe reducir marchas hasta el punto en que la aguja se sitúa en la zona roja del tacómetro, ya que esto también trae malas consecuencias, por ejemplo a la junta de culata; a los casquillos de bancada y el pie de biela, pudiendo todo esto provocar desgastes prematuros en el cilindro.
Debemos vigilar las revoluciones mínimas del motor cuando rodamos en llano o cuesta abajo y evitar circular por debajo de las 1500 vueltas, aunque cada vehículo es diferente, por lo que requiere del uso del sentido común.
Atención porque en los diésel el tema es más complicado, por la suciedad que generan, produciéndose fallos en el sistema de recirculación de gases, en la geometría variable de los turbos y en los filtros antipartículas.